“Los datos son elocuentes: hay cuatro tentativas de suicidio diarias en menores de 18 años. En el periodo que va de 2018 a 2022 se han triplicado en las chicas (de 400 a 1200) y se han duplicado en los chicos (de 100 a 225). En Catalunya se registraron 1.425 anuales. Y esta es la punta del iceberg. El hielo sumergido descubre que el 43% de los escolares ha tenido pensamientos suicidas, más de un 40% se ha ido a dormir alguna vez sin querer despertarse y 1 de cada 4 se ha autolesionado (Bienestar emocional, mayo 2022).
Estos jóvenes son estudiantes. Van a un colegio, se relacionan con sus compañeros, tienen un tutor y varios profesores. Y una familia. Sin embargo, en muchas ocasiones, un acto suicida es una sorpresa. “Algunos, casi todos, han expresado explícitamente su malestar antes. Pero se ha minimizado su importancia, no han sido bien escuchados o no se ha detectado su sufrimiento”, explica Cecilia Borràs, presidenta de Después del Suicidio-Asociación de Supervivientes (DSAS).
Según Cristina Gutiérrez, que dirige La Granja, un centro de educación emocional por donde han pasado 20.000 niños , cientos de profesores y otros profesionales, como policías, estamos viviendo una época difícil (pandemia, guerra, cambio climático, crisis económica, laboral, etc.), lo que ha provocado que muchas personas no se sientan bien (agotamiento, estrés, miedo, tristeza, rabia). “Y si uno está mal, es más fácil que trate mal a los demás”. Aumentan así las conductas egoístas y agresoras. Hay gente, adultos y niños, que al ver una persona con baja autoestima se siente con permiso para reírse de ella, como si maltratara a un coche con la ventana rota. “Atacan a las presas fáciles.
“Y cuando surgen conflictos no siempre tenemos a las familias de nuestro lado”, describe. Al contrario, algunas, en vez de reforzar la autoridad de la escuela, la restan con comentarios en los grupos de WhastApp, o incluso van a los Mossos y denuncian a la dirección porque no han obtenido lo que querían. “Yo ya les doy la dirección de la comisaría más cercana”, apunta la directora. Para Gutiérrez, en esta falta de sintonía entre centro y familias hay, además, un problema de sobreprotección que perjudica la resiliencia de los niños.”
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