El muro de los valores y los agujeros negros

Decía Abraham Lincoln que “el compromiso es aquello que convierte una promesa en realidad”. Y en este “aquello” está el quid de la cuestión, donde las empresas se gastan miles de euros cada año y donde los Departamentos de Gestión del Talento Humano se aplican, en una especie de carrera sin fondo, persiguiendo aterrizar las teorías, los innovadores estudios de Harvard o los últimos informes en management internacional, para conseguir la utopía, aquella fórmula infalible que asegure el compromiso de cada miembro de la compañía.

Lo intangible es invisible a los ojos (o a la mayoría de ojos), y “el compromiso” lo es porque es un sentimiento, pero también un valor, y como todo lo que tiene que ver con el mundo emocional, es tan interpretable, inconstante e impreciso como lo es cada persona y sus circunstancias.

Acostumbro a decir que quien lidera humanos debería saber, como mínimo, qué es un humano. Los valores de cada uno (aunque sea inconscientemente) son una necesidad y la guía de las personas, y los agujeros negros son aquella fuerza gravitatoria que “secuestra” nuestra voluntad de sentirnos bien, un deseo común en todos los humanos, pero que es difícil de conseguir porque los estados emocionales y los pensamientos tóxicos tienen mucha más fuerza, y si no sabemos o no nos han enseñado a gestionarlo, son las emociones las que toman las decisiones o actúan por nosotros.

Haciendo el taller “El Muro de los Valores y los Agujeros Negros” en la Jornada Crea Factor Humà, los participantes tenían que construir un muro que mostrara las actitudes y comportamientos que querían que hubiera a su alrededor mientras trabajaban. Todo lo que escogieron fueron valores; el compromiso y la confianza como base imprescindible, y después añadieron otros como la responsabilidad, el trabajo en equipo, la empatía, el respeto, la generosidad, la humildad o la autonomía.

Pero como el juego trataba de representar una realidad, también estaban los “Secuestradores de Voluntades”, dos voluntarios que simbolizaban los agujeros negros, aquellos perfiles que hay en la mayoría de empresas que, consciente o inconscientemente, se llevan el ánimo, la alegría y la motivación, tal como hace este fenómeno astronómico que no permite que ni la luz se escape a su fuerza.

Y se inició una verdadera batalla, un equipo tratando de proteger su muro de los valores por encima de todo (incluso de la propia individualidad), y los/as dos secuestradores/as intentando destruirlo con toda la astucia y el ardid posibles, para robar piezas de aquel muro que representaba la empatía, la confianza o el compromiso. Los gritos, las carrerillas y la valentía para defender cada pieza fueron las grandes protagonistas, junto con el trabajo en equipo, puesto que ningún agujero negro fue capaz de destruirlo, solo malograrlo un poco o llevarse 2 o 3 valores.

Jugando y metaforizando podemos aprender conceptos intangibles y hacer consciente lo inconsciente. Y después de reírnos mucho por las situaciones cómicas vividas, y reflexionar sobre el comportamiento de cada uno (que además facilita conocernos), se hizo la gran pregunta: en el trabajo, ¿defendéis los valores con la misma fuerza y valentía con la que lo habéis hecho aquí? El 99,3% de las respuestas fueron “no”.

La cuestión es: ¿por qué?, si los agujeros negros son la minoría (acostumbran a no representar más del 3 o 4% de los equipos), ¿por qué perdemos la fuerza del gran grupo? Y más, teniendo en cuenta que hoy en día la seguridad psicológica de las compañías está en juego.

Algunos de los asistentes, como Noelia, resumieron el aprendizaje de manera brillante: “Juntos es más fácil mantener los valores y no dejar que los agujeros negros secuestren las voluntades”. Elisabeth añadió una dosis de realidad: “Nosotros somos parte del problema y parte de la solución”, y Nieves y Albert fueron al origen de todo: “Cuando tomamos conciencia de quienes somos, regalamos más humanidad a nuestro entorno”, y “somos más emocionales de lo que pensamos y el miedo nos impide crecer”.

Seamos honestos: la fórmula infalible para el compromiso no existe. Pero lo que más se acerca es entender el comportamiento humano; si estás bien, tratarás bien y añadirás valores al muro, y si estás mal, tratarás mal y serás un pequeño o un gran agujero negro.

Sí, el compromiso es aquello que convierte una promesa en realidad, y la base de este aquello y lo que hay detrás somos nosotros, eso quiere decir tú y yo. Formemos a los equipos, de manera intencionada, en construir el muro, defenderlo y poner límites a los agujeros negros (con un poco de empatía porque posiblemente no saben hacerlo de otro modo), y el compromiso ya no se verá como una obligación en las organizaciones, sino como un deseo que te sale de dentro.

Cristina Gutiérrez Lestón, Educadora Emocional. CEO La Granja Ability Training Center

 

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